La alfombra más antigua del mundo, un asombroso testimonio de la habilidad artesanal de antiguas culturas, fue descubierta en 1949 en el pintoresco valle de Pazyryk por el destacado arqueólogo ruso Sergei Rudenko y su equipo. Este descubrimiento tuvo lugar en las majestuosas montañas de Altái, en la tierra que una vez habitaron los nómadas turcos. La alfombra en cuestión se remonta al sorprendente siglo V a.C., revelando así una historia tejida en los hilos del tiempo.
La revelación de esta antigua alfombra no parece ser casual. La vida nómada de aquellos tiempos impelía la necesidad de suelos cálidos y acogedores dentro de las yurtas, las tiendas tradicionales utilizadas en las montañas frías. Además, estas alfombras eran prácticas compañeras de viaje, empleadas para envolver y proteger objetos valiosos durante los desplazamientos de los nómadas. De esta manera, el arte del tejido de alfombras se arraigó profundamente en las tradiciones de los turcos y otros pueblos nómadas, convirtiéndose en un medio para expresar su creatividad y estilo.
Las alfombras turcas se distinguen por su técnica de doble nudo, un proceso laborioso y minucioso que resulta en una estructura duradera y hermosa. Estas alfombras pueden ser confeccionadas con lana, una combinación de lana y algodón, o incluso seda pura, otorgándoles una rica variedad de texturas y colores. Sin embargo, lo que hace aún más fascinante a las alfombras turcas es la diversidad que exhiben a lo largo de las diferentes regiones de Turquía, ya que cada área imprime su propio estilo, colores y patrones únicos en sus creaciones. Entre todas estas maravillas de arte textil, la alfombra de Hereke destaca como una verdadera joya en términos de artesanía y valor.
Kilim
Por otro lado, el kilim, un primo cercano de la alfombra, presenta una técnica de tejido diferente. Consiste en un tejido plano que se distingue por su urdimbre y trama, careciendo de las fibras altas que caracterizan a las alfombras tradicionales. Esta técnica produce patrones geométricos y colores vivos, lo que convierte a los kilims en piezas muy apreciadas en la cultura textil de Turquía.